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Una tarima
exterior requiere una limpieza meticulosa dos veces por año. Dicha limpieza
permite erradicar la aparición de hongos y la fijación de diferentes tipos de
polución, fuentes principales de la resbaladicidad.
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Esta limpieza
puede efectuarse manualmente con un cepillo no metálico y agua, con una
lijadora, o con agua a presión con potencia adaptada, orientación a 90º y
altura mínima de 50 cm. Se desaconseja utilizar productos abrasivos o
agresivos.
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Las soluciones de
limpieza expuestas solo contribuyen a restaurar parcialmente el color original
de la madera. La madera en exterior sufre alteración de su color natural por el
efecto combinado de la acción del sol y los agentes atmosféricos, este fenómeno
se debe considerar normal y afecta a todas las maderas. Para este propósito,
existen en el mercado productos renovadores o recuperadores de madera agrisada.
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Transcurrido el
primer año de la colocación de la terraza, se aconseja realizar una revisión
general de fijaciones y lamas. Algunas lamas pueden sufrir alteraciones más o
menos graves en función de su grado de exposición. Según la norma UNE 56823 se
considera que aproximadamente el 5% de las piezas sufrirán dichas alteraciones.
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Como consecuencia
de lo anterior es frecuente que se formen fendas en la superficie de las
tablas, y sobre todo en las testas. Se aconseja mojar las lamas por la noche,
sobre todo en verano, para que las grietas se cierren. Este fenómeno se
considera aceptable dentro de los límites marcados en la UNE 56823.
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Si se quiere
paliar el fenómeno de decoloración debe aplicarse un tratamiento de protección
superficial. Los productos más eficaces son los que actúan a poro abierto y
fundamentalmente los aceites y lasures.
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Este acabado debe
de aplicarse en cada temporada sabiendo que en invierno se mancha con facilidad.
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